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Descubre los túneles ferroviarios de la Foz de Lumbier

Es uno de los grandes tesoros geológicos y naturales de Navarra, muy cercano también a la Foz de Arbaiún, que hay quien compara dando a una u otra como vencedora. Aunque para gustos… ya se sabe. Ésta, la de Lumbier, en el término municipal del pueblo del mismo nombre (a unos 50 kms. de Pamplona) y cogiendo un desvío en su entrada y con una zona de aparcamiento a unos dos kilómetros, aúna muchos atributos: a los naturales, ya de por sí imponentes, suma la presencia y aportación humana -con dos antiguos túneles ferroviarios bien conservados-, que le añade un ‘extra’ también interesante para este tipo de salidas a entornos naturales.

Esta Foz ofrece dos tipos de recorridos: uno más largo, circular, de unos seis kilómetros y un desnivel de algo más de 170 metros, que se realiza en cerca de unas dos horas; y, una segunda versión, más corta, lisa, adaptada, que se completa en sesenta minutos y se reduce a unos dos kilómetros pero incluye, en cualquier caso, las partes más interesantes. El primero es algo más abruto, tiene más parte de montaña y algunas panorámicas bastante bonitas sobre la sierra de Leire. Ambos, de todos modos, pasan por una senda, muy transitable al lado del río Irati y dos profundos, oscuros y silenciosos túneles que representan curiosas y atractivas experiencias. Ninguno representa gran dificultad, si bien la versión más corta es llana y accesible -a nuestro entender- para la gran mayoría de gente y también -pensamos- para las personas con dificultad de movilidad. De hecho, desde su web es uno de los puntos destacados como «Vía verde del Irati», «accesible para carritos de bebé y personas en silla».

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Buitres leonados

De la parte natural, impresiona cómo el río ha generado a lo largo de millones de años este cañón, de unos 1.300 metros de longitud, entre escarpadas paredes de piedra caliza de tonos ocres y grisáceos y de ancho estrecho. En las alturas, se divisa con cierta cercanía -a tampoco demasiada altura- y con frecuencia y facilidad la silueta de otro de sus puntos más llamativos: la presencia de una colonia más o menos estable de buitres leonados y de algún que otro quebrantahuesos -estos últimos, más escasos o por lo menos esa fue nuestra impresión durante la visita-. Desde el Parque -que es «Reserva Natural desde 1987»– también se describe la existencia de jabalíes, zorros o tejones -pero ese es otro cantar y observarlos es algo solo al alcance de prácticamente especialistas o de situaciones muy excepcionales-.

Seguimos, en cualquier caso, con los dos elementos que hacen de este paseo una vivencia singular, como son sus dos túneles: sin iluminación artificial y que hacen de la linterna un elemento casi imprescindible. Metidos de lleno en sus entrañas, la oscuridad llega un momento que es total y que puede que genere cierta incertidumbre. Con acceso por los dos costados, es fácil y habitual oír voces antes de saber desde donde proceden o a qué distancia se encuentran. No es peligroso, si bien no hay que olvidar que también pueden circular bicicletas. El móvil, en cualquier caso, resuelve cualquier duda y la papeleta, minimizando riesgos a su expresión más básica. Explorar las sensaciones producidas por la falta de luz y visión es, en cualquier caso, algo que puede ser interesante vivir por unos instantes.

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Viniendo desde el aparcamiento, el primer túnel tiene 167 metros de largo y el segundo, 206 m. Se construyeron en 1911, inicialmente para bajar en tren la madera pirenaica en dirección hacia Sangüesa. En la práctica, se usó sobre todo para el transporte de viajeros hasta 1955. Fue, según leemos, «el primer tren eléctrico de la Península«. Impacta, in situ, hacer un ejercicio de imaginación para admirar el ingenio y el enorme esfuerzo humano e industrial que hubo detrás de tan tamaña obra. Por cierto, otro lado por el que bajaba la madera desde los altos valles era por el río Irati. Los responsables eran los almadieros: hombres, descritos en el folleto informativo de esta Foz, como «rudos y curtidos».

Un paraje natural esculpido durante millones de años, accesible en una de sus versiones para todos los públicos y también para personas con dificultades de movilidad, que permite disfrutar en un entorno espectacular de la cercanía del río Irati y de la increíble capacidad humana para crear espacios difíciles de imaginar. El mejor momento para visitarlo, pensamos como gran parte de esa zona de Navarra, es en otoño y primavera cuando la vegetación adquiere unos colores muy especiales, amarillos, rojos y ocres, y cuando todavía el agua y la humedad están muy presentes y son símbolo de vida y renacer.


¿ La habéis visitado alguna vez y os gustó? ¿O pensáis hacerlo en algún momento? Por nuestra parte, está claro que vale mucho la pena.

(Más fotos y contenidos en nuestra cuenta de IG: @ev_revista)

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