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Qué hacer en Logroño: patrimonio y gastronomía

La capital de La Rioja, de unos 150.000 habitantes y que ha ido creciendo notablemente desde los años sesenta del pasado siglo convirtiéndose en una de las principales urbes de referencia en toda esa parte de la Península, es sin duda -como atestigua que fuera «Capital gastronómica española» en 2012- una ciudad destacada sobre todo -aunque no sólo- por su gusto por la comida y el buen beber. San Mateo o la Fiesta de la Vendimia, el 21 de septiembre, es fiesta grande. La calle Laurel, la más visitada de toda la región, es demostración de esa realidad. La oferta en esa parte de Logroño es casi inagotable: numerosa y muy concentrada, la variedad de pinchos y vinos es francamente amplia.

Desde la web de turismo subrayan, entre muchas de sus propuestas, las patatas bravas del Jubera, las setas del Cid o el champi del Soriano. Completan la oferta que se puede encontrar en esa calle, los establecimientos de la adyacente de San Agustín y la menos turística y más habitual de sus vecinos calle San Juan.

Cerca, en el casco antiguo todo está a escasos metros, se localizan calles centrales e imprescindibles como la de Portales o también la calle Mayor. Entre éstas y la plaza del Mercado, se encuentra la Concatedral de Santa María la Redonda, que data del siglo XVI, con añadidos y reformas durante los siglos XVII y XVIII y que es interesante, tanto por su interior -llamativo- como por su exterior, con sus dos torres de estilo barroco y su fachada.

Otras iglesias que vale la pena visitar son la gótica y del siglo XIII -aunque construída sobre otra anterior- de San Bartolomé; la de Santiago el Real, levantada tras un fatídico incendio que acabó con la que la precedía; o la Imperial de Santa María de Palacio (en la calle Mayor) y que se erige sobre la que fundó la Orden del Santo Sepulcro y que se conocía como de Santa María la Vieja. Se construyó gracias a una donación de Alfonso VII «El Emperador» y la visitó Carlos I en 1520.

No muy lejos y dentro todavía de la categoría de patrimonio histórico, merece mención especial la Puerta y Arco de Revellín, que se conservan de parte de las murallas, que tuvieron papel relevante sobre todo durante el siglo XVI en los enfrentamientos con las tropas francesas. Logroño fue plaza fuerte castellana que limitó durante parte de su historia con el reino de Navarra, de ahí que se desarrollaran ingentes labores de fortificación y construcción de fosos (hoy, ocultos). Sobre la puerta, que daba al ala oeste, se encuentra el águila bicéfala de Carlos I de España, junto a dos escudos de la ciudad de Logroño.

Bañada por el río Ebro, varios puentes lo cruzan y cuenta con una zona ajardinada y paseos en sus alrededores que invitan a dar una vuelta y dejarse imbuir por el aura de esta urbe, de dimensiones contenidas, clima continental -de fríos inviernos y cálidos veranos- y que no dista a gran distancia de otras ciudades -algunas de gran carácter comercial- como Bilbao (a 130 kilómetros), San Sebastián (152 kms.), Pamplona (85) o Zaragoza (180). Madrid queda a 330 kms.

La visita puede cerrarse con una degustación en una de sus muchas bodegas y que es otro de sus grandes valores identitarios y definitorios, populares y que dan gran fama internacional a toda esta región del norte del país. Logroño es un destino recomendable para incluir en cualquier itinerario por esa parte de la Península, que puede verse bien en una jornada completa. Y sobre la que no hay que olvidar que también se encontraba en el Camino de Santiago y que históricamente ha sido lugar de paso y cruce, con especial furor en época medieval. //

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