Cierto: hay muchos modos de analizar y valorar este pasado San Juan. Fue deslucido, a la baja, una versión discreta de una de las grandes fiestas del año, cuando las playas de muchos lugares de costa -Barcelona, incluída- se llenan de infinidad de gente, grupos de amigos, petardos, hogueras, risas, música, comida… Y la noche se alarga -o alargaba- hasta las primeras luces de la mañana siguiente. Tomando como referencia cualquiera de aquellos San Juanes habituales -los de siempre- el de este año no pasa el corte.
Pero, si por el contrario, nos remontamos apenas unas pocas semanas atrás, a los meses de abril y mayo y recordamos lo que se estaba viviendo en muchos países del mundo -y que todavía sigue-, con la pandemia por covid-19 y las trágicas cifras de fallecidos y contagiados, solo el hecho que se pudiera celebrar -aunque fuera de un modo descafeinado- casi suena a pequeño milagro. Milagro, en cualquier caso, no divino, sino fruto del ingente trabajo de muchos colectivos sociales y la implicación, concienciación y compromiso de una inmensa mayoría.
Así, en Barcelona se cerraron los accesos a las playas, que se empezaron a desalojar sobre las siete u ocho de la tarde y a perimetrar con vallas metálicas y refuerzos policiales, a modo disuasorio. En el centro de la ciudad, en la Plaza Sant Jaume, donde se encuentran los edificios del Ayuntamiento y de la Generalitat, corazón político de la capital catalana, cerca de las doce de la noche, apenas deambulaban por la zona unos pocos transeúntes. En el Born, la Plaza Real o la calle Ferrán, que conecta con Las Ramblas (en circunstancias normales, atestadas de gente), se vivía un panorama muy parecido. Turistas, apenas ninguno, y vecinos de la ciudad, tampoco demasiados. La inmensa mayoría de gente se inclinó por planes más íntimos, recogidos, en pisos o terrazas particulares: acorde al escenario que persiste.
A modo de ejemplo, se programó en la televisión a las diez de esa misma noche un partido del Barça, clave para el devenir de la Liga y que en otras circunstancias habría sido impensable que se estableciera en ese horario. Las noticias de rebrotes en distintos puntos de Catalunya, del Estado y del conjunto de Europa, así como la situación que se vive todavía en Estados Unidos, Brasil o incluso las informaciones que llegan de China, tampoco planteaban el mejor contexto para salir y divertirse. Como guinda, la Generalitat publicaba ese mismo día la prohibición de bailar en las discotecas, dando un paso hacia atrás y que probablemente se va a mantener todavía durante un tiempo. Así las cosas, aún suerte de este San Juan y de haberlo podido celebrar entre todos.
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