Nepal (entrevista)

Un testimonio privilegiado sobre Nepal

Nepal vivió la pasada primavera una serie de terremotos que volvieron a centrar el foco sobre aquel país, alejado de la atención internacional durante mucho tiempo pero a su vez polo de atracción e interés de muchos de forma permanente. La magia del Himalaya sumado a su ubicación geográfica y la espiritualidad de las tradiciones budista o hindú despiertan interés y le otorgan misticismo pese a que, después, la realidad sea más prosaica y no tan alejada de referentes más cercanos. Victoria Subirana, cooperante con larga y diversa experiencia en aquella región, donde trabaja desde hace más de treinta años y puso en marcha un proyecto educativo dirigido a la infancia y los más desfavorecidos, sabe de lo que habla. .

Llegó a Nepal para apenas dos meses en los ochenta y al final aquella decisión acabó convirtiéndose en «una opción de vida». Los comienzos fueron difíciles. Tuvo incluso que aceptar un matrimonio de conveniencia para evitar ser deportada. Aquella elección, no obstante, le permitió salvar las vicisitudes y obstáculos que la administración local le presentaba y desarrollar un proyecto -que hoy, contra su voluntad, ya no gestiona- que le permitió ofrecer una educación de calidad a niños sin recursos y un futuro por delante, en una sociedad regida por la castas, bastante negro. Creó la fundación «Amics de Vicky Sherpa» –hoy «Eduqual»-, que sigue trabajando en Nepal aunque en unas condiciones bastante distintas a las de tiempo atrás. En la entrevista que mantuvimos y que aparece en el segundo número de «EV» explica muchas de las cosas que la llevaron a implicarse en un proyecto tan complejo, ambicioso y generoso como éste así como muchas de sus opiniones sobre aquel país y lo que allí sucede.

(A continuación os ofrecemos un extracto de la conversación correspondiente a sus «Comienzos», ilustrada por fotografías tomadas sobre el proyecto inicial de «Vicky Sherpa»).

¿Cómo llega usted a Nepal? ¿Y cómo fue aquella primera impresión con aquel país?

Llegué a Nepal hace unos treinta años, en una época en que las culturas orientales estaban muy de moda. Leíamos a Hermann Hesse, Auxan Rampa… Empecé a tener grandes afinidades con el pueblo tibetano por su conflicto con China. Mi idea principal era viajar a Tíbet pero había muchas dificultades así que el tibetólogo  -uno de los primeros- Ramón Prats, de la universidad de Nápoles, me aconsejó ir a Nepal donde existía y existe una comunidad tibetana en el exilio muy fuerte y que permite un acercamiento puro y auténtico a la cultura y tradiciones de Tíbet. En un principio tenía que ser un viaje de un par de meses, en 1988, y acabó siendo una opción de vida. Me abrió los ojos a una realidad, la de Nepal, muy distinta de la de aquí.

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¿Qué le llamó más la atención y qué le chocó o le costó más de entender?

Lo que más me chocó fue la pobreza. Yo en aquella época era considerada como un bicho raro porque todos aquí, en España, entonces trabajábamos para construir, tras cuarenta años de dictadura, una democracia y rehacer el país. Así que, entonces, irse a Nepal sonaba descabellado pero es que allí descubrí unas condiciones que me impresionaron mucho. Niños descalzos comiendo de los contenedores, la falta de una escolarización básica obligatoria para la infancia… Unas condiciones muy críticas. Malos tratos en los colegios, falta de formación del profesorado… Todos los derechos y libertades estaban muy restringidas. Aprendí sobre el sistema de castas. Fue como encontrarme de golpe con un país que estaba en la Edad Media; fue como un viaje al pasado. Había mucha gente que no había visto nunca un coche o una radio ni la televisión. Me encontré un Nepal muy puro. Me impresionó también su ternura; te dejabas por ejemplo la cámara de fotos en un restaurante y salían detrás para dártela. Una bondad y virtudes que se han ido perdiendo, como en muchas partes.

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¿Cuándo decide entonces que quiere irse para allí a ayudar a esos niños?

El proceso es un poco largo y de hecho existen algunos puntos de conexión con mi propia vida. Yo soy hija de emigrantes andaluces y me pusieron a trabajar con nueve años. Y salí adelante pese a escuchar que sólo los ricos eran los que podían estudiar y que yo no me lo merecía. Me aseguraban que mi futuro tenía que estar en la fábrica, como mi madre, mis primas o vecinas. Decidí que tiraría hacia adelante, que trabajaría pero también estudiaría y que rompería con los esquemas que se me querían imponer. Así que cuando lo conseguí, tenía un buen trabajo en una buena escuela del Ripollés y me había independizado, decidí dejarlo todo e irme a Nepal con lo que eso suponía de ir en contra de todo. Tuve que luchar mucho. Mi familia y amigos no lo entendían, la cooperación no estaba de moda y llegué a sentirme muy sola.

En Nepal empecé por visitar muchos colegios y por crear primero un parvulario. A los tres años de llegar y tras superar muchos obstáculos, creé la ONG «Amics de Vicky Sherpa», que después se ha convertido en «Eduqual». Y ahora ya llevo 25 años con este proyecto, que también se sustenta en un nuevo método de aprendizaje que incluye una educación emocional en el currículum académico.

 

 

¿Y cómo ha ido la experiencia hasta la fecha? Es sabido que muchas veces no hay suficiente sólo con querer ayudar sino que por parte de los países de destino pueden encontrarse posturas adversas a la llegada de proyectos extranjeros.

Cierto, es que en aquella época había muy pocas organizaciones que se dedicaran a la cooperación. Tardé cinco o seis meses en conseguir un visado de trabajo y te pedían sobornos para todo. La comunidad tibetana llegó a plantearme un matrimonio de conveniencia para conseguir quedarme en el país y que me propusieron tras dos meses escondida para evitar que me deportaran. Lo acepté y eso me permitió continuar con mis proyectos allí aunque en todo este tiempo he tenido muchos problemas con las autoridades por defender los derechos de los niños ante las injusticias.

¿Cuáles han sido estos problemas?

Bueno, allí el problema son los «brahmanes»:  unos caciques autoimpuestos -porque no está escrito en ningún libro hinduista sino que se lo han inventado para controlar a las masas- que ostentan el 80% de todos los altos cargos independientemente de su actividad o el 90% de las direcciones de los partidos políticos.  Policía, educación, banca, militares, incluso ONG’s… Todos en las altas esferas son «brahmanes». Así que te enfrentas a un sistema establecido desde hace siglos que no funciona en el que la educación y la escolarización, sobre todo para los niños que pertenecen a las castas más bajas, no les permitirá desarrollarse y salir de esa situación. Yo en todo este tiempo lo que he intentado es ofrecer a esos niños una educación de calidad al nivel de la que recibían los pertenecientes a las élites y también a tener espíritu crítico y rechazar, como les habían enseñado, que siempre tenían que obedecer.

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Me parece que estos niños de las castas más bajas también viven situaciones familiares muy complicadas, con problemas de alcoholismo o maltrato graves.

Sí, es que uno no puede cerrar los ojos a la realidad cuando trabaja en esos países y de ahí que nosotros no sólo pusiéramos el acento en enseñar una serie de conocimientos sino también valores y voluntad de cambio. Al principio repasábamos la lista de alumnos e íbamos a las casas a buscar aquellos que aquel día no habían venido. Algunos habían sido vendidos a las mafias de prostitución, de tráfico de órganos o incluso de adopción, en muchos casos contra la voluntad de sus propios padres que se veían forzados por cuestiones de deudas. La vida humana allí a veces vale muy poco y se han acostumbrado a la llegada de mucho dinero fácil desde Occidente.

¿Usted acabó perdiendo el colegio que había conseguido poner en marcha?

Sí, me lo quitaron e incluso me dieron una paliza. Yo acabé en el hospital ingresada doce días e incluso corriendo riesgo de muerte y siendo protegida durante seis meses por personal de la embajada española.¿Por qué? Pues por todo lo que estoy explicando y mucho más.

Así, ¿siguen en marcha sus proyectos allí?

Sí, porque lo mío es una opción de vida. En cualquier caso hay que replantearse el trabajo de cooperación en el Tercer Mundo porque no puede permitirse que los poderosos se enriquezcan con el dinero que llega para ayudar a los pobres. Yo, la escuela, la perdí. Me la quitaron, echaron a todos los niños y la privatizaron. Pero, de todos modos y fruto de mi tesón, ahora he conseguido trabajar en un proyecto conjunto entre los gobiernos de Nepal y España de reforma de la educación pública y para implantar nuevos métodos pedagógicos.

Hablando de los terremotos sufridos este año, ¿qué impacto han tenido?

Los terremotos lo que han hecho es empobrecer y castigar más a los que ya estaban sufriendo. Por otro lado, han permitido poner el foco en un Nepal que estaba olvidado. Los más afectados han sido los que vivían en las viviendas en peores condiciones y en  los lugares más remotos a los que ha costado que llegara la ayuda. Sólo en el distrito de Gorja siete mil escuelas fueron destruidas. Las élites, en cualquier caso, siguen ajenas a todo ello. En Katmandú todo, en general, sigue bastante igual. Y la cooperación y todo el dinero que ha llegado está costando que sea utilizado para ayudar a esas personas. También hay que orientar a las personas afectadas para que sepan qué tipo de ayudas les corresponden y a las que tienen derecho porque muchas veces en general ni lo saben. Algunos se han sorprendido de la atención internacional recibida y que ni sabían.

En otro sentido, ¿qué podríamos aprender nosotros de ellos?

Muchas cosas. Sobre todo la paciencia y tolerancia que tienen. Con tanta diversidad de etnias y de religiones nunca han tenido conflictos derivados de ello; una tolerancia que si no llega a la comprensión sí lo hace al respeto. Son también gente muy positiva; y es cultural. Sonríen mucho hasta el punto  que puede irritar pero ellos creen que genera buena energía. Y el tercer aspecto es que las personas mayores mueren en casa con sus hijos y nietos. Las personas mayores son queridas y respetadas, forman parte de la vida cotidiana y sin ellos casi no se toman decisiones. Son los cabezas de familia. En esas sociedades cada uno tiene su lugar.

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